domingo, 3 de abril de 2011

Piscina Municipal - Angol

A lo lejos, un distinguido supermercado de la ciudad, al dar la vuelta alcanzo a divisar el Gimnasio Municipal, mi objetivo. Al pasar frente al Liceo se ven adolescentes saliendo ansiosos, tal vez por el comienzo del fin de semana, sigo mi camino junto con dos alumnos de dicho establecimiento, les pregunto sobre el lugar en cuestión. Al unísono, manifiestan su molestia sobre lo ocurrido el pasado verano. Al llegar, lo esperable, estaba cerrado, no me queda más que observar entre barrotes a este lugar lleno de anécdotas, mis compañeros de viaje me invitan a sentarme. Al comenzar hablar me percato de un sonido dentro de este recinto, el sonido de esa mezcladora, el mismo que ahogo las risas de niños y padres sigue en marcha para reparar esta emblemática piscina. ¿Por qué? ¿Negligencia? Tal vez, ¿Por qué ha de tardar 9 meses en iniciar una reparación, en el momento que se debería usar? Me frustre, le pedí a mis compañeros compañía, lamentablemente no podían seguir acompañándome. Me fui solo con mis pensamientos, ¿Cuándo terminara la reparación? ¿Por qué no la hubo antes? ¿Cómo repararían esos días de calor interminables debido al aburrimiento?, estas preguntas rondaban en mi cabeza sin posibilidad de respuesta. Era inevitable dejar de recordar aquellos tiempos junto a mis amigos en esta piscina, la infaltable “chinita”, la sensación en el pelo pegado con cloro, la ducha con agua fría antes de zambullirse en esta piscina y al final de la tarde esperar a que este hombre baje de su silla, y luego de tocar este silbato diga: ¡Todos fuera! ¡Son las 7, mañana vuelven!, al salir unas sabrosas papas fritas mientras conversamos con esa señora tan amable.
   Al llegar a este paradero solo me queda una pregunta, ¿Al fundar Angol, el Sr. Cornelio Saavedra se habrá imaginado que habría un lugar tan lleno de risas como lo es la piscina municipal? Seguro sí. Bajo la atenta mirada de Manuel Bunster me subo a un colectivo con destino a mi casa.

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